Voy a buscar la abundancia
«Romance con el desapego”, El plan de la mariposa.
en un romance con el desapego.
Es como abrir mi caja negra
y el cielo estallándome de luces.
Mi mamá solía decir “el que guarda siempre tiene”: la gran bolsa con mil bolsitas adentro, el telgopor del helado con sus respectivas cucharitas de plástico, los corchos de los vinos destapados, ropa que ya no nos entra pero insistimos en el “si algún día adelgazamos”, en el “para algo va a servir”, “lo voy a reciclar”, “me da cosa tirarlo”, “es que me lo regaló”… ¿Qué guardamos en eso que guardamos? ¿Tenemos porque guardamos? ¿Qué es lo que se tiene? ¿Guardamos o acumulamos? ¿Qué sentimos que nos va a faltar?
Mi familia, como les conté en el posteo “¿Nómade o trashumante?”, como tantas otras, viene de una dura historia de destierro, guerras, hambruna y pérdidas. Con el tiempo entendí la creencia y el discurso que siempre circuló de que hay que guardar, cuidar, por si alguna vez nos falta. El problema fue, al menos para mí, cuando esa creencia con el fin de cuidar, proteger y resguardar, terminó siendo lo que me limitaba y me causaba dolor y angustia, porque como diría mi amiga Jaqui Fierro, una cosa es tener una mentalidad preventiva y otra es crear realidad desde la escasez. Acumulé ropa innecesaria, adornos y recuerdos de los más insólitos y absurdos, comí hasta explotar para no tirar, sostuve trabajos mal remunerados o indeseados bajo la premisa de que tiene que costar o al menos es trabajo, aguanté vínculos o relaciones creyendo que era mejor eso que estar sola. Nos aferramos a lo que tenemos por miedo a perder y no dimensionamos lo que perdemos: un universo de nuevas y mejores posibilidades, por estar sujetxs a eso que creemos seguro, o real.
Comúnmente escuchamos “tenés que aprender a soltar” como si fuera cosa fácil ¿no? Soltar es dejar, desprender, desapegar. Todo desapego es una cita forzosa con el vacío, con la falta y eso nos da miedo, terror. Sostenemos relaciones, vínculos, trabajos, lugares, objetos, hábitos que sabemos incluso que nos hacen mal, para evitar el miedo-vacío. Preferimos ese dolor o sufrimiento antes que sentarnos a conversar con nuestros miedos. Miedo a no tener, al que dirán, a quedarme sin nada, a no ser queridx, al abandono, al desamparo. Si suelto lo pierdo y si pierdo siento que me pierdo, caigo al vacío, algo me falta, pero ese “algo” en el momento de la pérdida, se vive como un “todo”. Me angustia saberme sin eso que perdí. Pero solo si dimos lugar al duelo por lo perdido, veremos un nuevo amanecer.
El reverso del amor no es el odio, es el miedo. En otras palabras, todo miedo es una pregunta por el amor: ¿qué del amor o de lo amoroso me falta o necesito? ¿Qué de lo amoroso me faltó o necesité? ¿Qué lugar ocupa u ocupaba ese otrx o eso otro para mí?
Hace un tiempo tomamos la decisión con mi compañero de despojarnos lo más que podamos de lo material para estar livianos de equipaje y emprender un viaje-vida. Después de percibir nuestros miedos, sentir las inseguridades y volvernos vulnerables frente a la película de terror que se proyectó en la pandemia y sobre todo frente a lo que implicó el confinamiento, actualizamos el GPS, barajamos de nuevo las cartas y decidimos cambiar las reglas del juego. Sigue siendo todo muy inestable e incierto, pero lo que aseguramos fueron nuestras ganas de celebrar estar vivos y hacer de esta vida una celebración.
Vender, truequear, recircular, regalar todo lo que tenemos y quedarnos solo con lo justo y necesario para hacer visibles nuestras prioridades desnudando lo vulnerable y fortaleciendo nuestras posibilidades. ¿Miedo? ¡Por supuesto! El miedo es inherente a la existencia humana. El problema no es tener miedo, sino lo que hacemos con eso que nos devela. Interesante desafío: disfrutar del vértigo que provoca el desapego. Entender que no se empieza de cero. Resignificar la idea capitalista de progreso y de crecimiento. Y sobre todo, desde lo personal, desde mi propia historia, ni huir, ni sobrevivir… Poder elegir ser errante, no tener o ser de un lugar, sino de miles. Poder elegir probar, equivocarme. Poder elegir el cómo, con quién o quiénes. Ser nómade y trashumante.
Creo que lo más parecido a estar en un estado de libertad es necesitar cada vez menos, válido incluso y sobre todo para los vínculos. Necesitar cada vez menos no es sinónimo de soledad, individualidad, o de escasez, por el contario, es co-crear, crear con otrxs teniendo en cuenta las posibilidades y necesidades mías y de mi entorno. A mayor desprendimiento, mayor abundancia. Porque de lo que se necesita menos no es del otrx, es de la dependencia hacia ese otrx o eso otro. Es repensar nuestros modos de vincularnos con las personas, los objetos, los lugares, las creencias. Entender incluso que no todo se pierde, sino que se transforma, que vamos siendo. Que si no cambiamos la piel, nos endurecemos y lo que se endurece se seca, se quiebra o se vuelve impenetrable.
Recuerden que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. El reto será que el romance con el desapego sea siempre lo más amoroso posible. Cada cual y cada quien sabrá cómo, cuándo y con qué sostendrá ese amor.
Paaaaaa!… Que miedito!!🤪🤪…
Pensar que estaba al lado tuyo mientras escribías… Ajaajjaaj
Barajar y dar de nuevo… habrá que nunca debe haber habido tantas cosas por haber, nos enseñaron las pastillas del abuelo!..
Loviu jotaka!
Universos paralelos dentro de nuestro propio universo 🥰
Las palabras justas y necesarias. Muchas gracias por compartir 😊
Gracias por leerlo 💖
El desapego cómo lo contrario al pegoteo…. justo en momentos de duelo, el desapego va de la mano… El cambiar de sustancia….el MIEDO….
Aymi querida… Por acá estaré pa acompañar ese cambio de sustancia 🙌🏼🦋🙌🏼
Guau, que intenso, justo, preciso y en el clavo como siempre Jor! Se me llenan los ojitos de agua, movilizador, gracias, un día a la vez💋
Gracias a vos por llegar hasta acá 🙌🏼💖🙌🏼
Clarisima Jor!! animarnos ahondar en ntros miedos para si desp poder despegar de verdad! gracias x tu espacio maravilloso!!
gracias por ser parte de él!